martes, 15 de septiembre de 2015

[Literatura] "Dejar la vida por la camiseta"


Quizás cuando leas esta historia, pienses que es algo muy trágico que digamos, pero no escribo esto 
para referirme a aquello que pasó hace algunos años, sino para solucionar una duda, que desde hace varios años viene inquietando al hincha bostero, el porqué del nombre del estadio.

Sucedió en un barrio cercano a la desembocadura del Riachuelo del Río de la Plata, ubicado en el sudeste de la ciudad de Buenos Aires. Durante los comienzos del siglo XX, en dicho lugar, nacieron los dos de los clubes de futbol más importantes de la Argentina, Boca Juniors y River Plate.

La rivalidad entre ambos clubes era difícil de describir, ya ver una pelea callejera entre los simpatizantes de ambos clubes era ya una típica rutina. El principal inconveniente era el territorio, ya que el escaso barrio de tan solo 3,3 km² de superficie contaba con tan solo una sola cancha. Estaba claro que ambos clubes no podían vivir juntos y la única solución era simple, uno debía irse. Es por eso que programaron un partido en el que los mejores jugadores de cada club, se enfrentarían. El ganador se quedaría con la cancha y el perdedor debería abandonar el barrio para siempre.

Pero antes de meternos de lleno en dicho encuentro, debemos meternos de lleno en el protagonista de la historia, Alberto J. Armando. Dicha persona nació en el seno de una familia adinerada pero siempre se crió bajo los brazos del Club “Azul y oro”. Desde chiquito siempre mostró un nivel digno de admirar cuando tenía el balón bajo sus pies, pero sin embargo un problema en el corazón a la edad de los 15 años le prohibió volver a jugar al fútbol debido al temor de su familia de que sufriera un ataque al corazón mientras corriera.

Tenía ya 30 años cuando se iba a realizar el partido entre estos dos equipos, al que denominaron como “superclásico”. La escuadra de River corría con mayor ventaja, dicho club siempre se caracterizó por tener los mejores jugadores y la billetera con mayores fondos, es por ello que compraron botines de alta calidad, agua mineral, camisetas muy bien bordadas, entrenamientos muy costosos que sirvieran para perfeccionar aún más a los jugadores, entre otras cosas. Mientras que para el club bostero, apenas pudieron recaudar entre todos los hinchas, dinero suficiente como para comprar zapatos de fútbol de menor calidad y remeras a las que pintaron con azul y amarillo. El agua sería sacada de las canillas. La mayor cantidad de efectivo fue donada por nuestro personaje, quién debió dar todos sus ahorros, ya que sus padres no estaban dispuestos a financiar el equipo. Él mismo además fue el único voluntario que se presentó para dirigir y entrenar al equipo.

El día del encuentro se vivió con mucho odio, nerviosismo y desprecio hacia el contrario. River había contratado murgas y bandas para que se encargaran de darle ánimo psicológico al equipo durante el partido, el cual había sido programado para que durara 90 minutos, ni más ni menos.

Cuando el árbitro pitó el comienzo del partido, los jugadores de River salieron disparados al arco contrario, en apenas 10 minutos ya habían vulnerado la defensa xeneize y se habían adelantado en el marcador. Era notable la superioridad de uno equipo sobre el otro, parecía como si se enfrentaran un club de aficionados contra un equipo de Primera División. Una excelente combinación entre los delanteros de River decretó el final del primer con un marcador de dos a cero.

En los vestuarios, Alberto no le recriminó nada al equipo, en vez de eso felicitó a cada jugador y dijo que había armado un discurso por si pasaba una situación como la que se vivía en el partido. Juro que nunca en mi vida escuche palabras tan alentadoras como las que salieron de su boca en ese momento, yo mismo te lo puedo decir, porque yo era uno de los 11 jugadores que salieron de la cancha para defender los colores del equipo. Se notaba otra cara en el equipo, todos iban a dejar la vida en estos últimos 45 minutos.

Para fortuna nuestra una mano de un defensor de River, decretó penal y gol que yo mismo me encargue de convertir. La cara del equipo era otra, Alberto se encargó de llenar nuestros corazones con una pisca de esperanza. Ni en las peores de las pesadillas de cada uno de los hinchas de la institución millonaria, se pensaron que Boca empataría el partido, ya que después de un bombazo de fuera del área por parte del capitán del equipo, el partido se encontraría igualado en dos. Me sorprendió ver los insultos lanzados desde la tribuna por partes de los hinchas de River ya que todos habían invertido muchísimo dinero para este partido.

Pero todo se complicó cuando un delantero nuestro fue a trabar el balón contra un adversario, ambos jugadores debieron ser reemplazados del campo de juego y para infortunio nuestro, ya no nos quedaban más suplentes. Fue ahí cuando pensé que todo estaba perdido, jugar con un jugador menos faltando 10 minutos, sería una situación muy difícil si pensábamos ganar el partido. Pero fue ahí cuando lo vi a él, a Alberto ponerse la camiseta y entrar al campo de juego, nos dijo que solo quedaban 10 minutos para hacer historia y que dejáramos “todo” en este partido. Jamás en mi vida vi correr tanto a una persona en tan poco tiempo, su juego era increíble y varias veces estuvimos cerca de anotar, pero el gol se nos seguía negando. Hasta que llegaron los 90 minutos y el árbitro había decretado tiro libre a favor nuestro. Era la última jugada del partido, posiblemente si íbamos a prorroga, el físico de River nos superaría, por lo que era trascendental meter este gol. Nadie quiso hacerse cargo del disparo, debido a que el nerviosismo y el cansancio habían llegado hasta nuestras piernas. Pero lo teníamos a Alberto quien con un fantástico remate, la colgó en un ángulo y sentenció el final del partido. Ganamos, después de todo lo que se sufrió, logramos vencer. Era todo fiesta en la cancha, todos habían invadido para festejar. Pero allí fue cuando lo vi a él, tirado en el piso, pocos escucharon mi grito de “ayuda”, el cual lo grite incluso más fuerte que cuando metimos el tercer gol. Pero ya cuando todos se dieron cuenta de lo que estaba pasando, el frío invadió nuestros corazones. El más profundo temor de la familia de Alberto, se hizo realidad, esta misma había sufrido un paro cardíaco. Las personas pasaron de llorar a de la emoción a tener caras de impacto, nadie podía creer lo que pasaba.

El cuerpo fue llevado a su familia, la cual entre lamentos y lloriqueos, acepto enterrar el cadáver en el campo de juego. Unos días después, nos contarían del problema que sufría en el corazón Alberto. Juro que si hubiéramos sabido de esto, nunca lo hubiéramos dejado entrar en el partido y no habríamos tenido que sufrir este lamentable final. Pero esta persona si sabía de su problema y pese a esto, se metió como jugador al campo de juego y corrió y corrió como si fuera el último partido de vida, el cual lo terminaría siendo.


Diez años después, en el mismo lugar donde fue enterrado Alberto, se construyó el mítico estadio de Boca Juniors, el cual recibiría el nombre de Alberto J. Armando en honor a él, por ser el primer hincha/jugador del club que dejó la vida por estos colores.

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