Quizás cuando leas esta historia, pienses que es
algo muy trágico que digamos, pero no escribo esto
para referirme a aquello que
pasó hace algunos años, sino para solucionar una duda, que desde hace varios
años viene inquietando al hincha bostero, el porqué del nombre del estadio.
Sucedió en un barrio cercano a la desembocadura del
Riachuelo del Río de la Plata, ubicado en el sudeste de la ciudad de Buenos
Aires. Durante los comienzos del siglo XX, en dicho lugar, nacieron los dos de
los clubes de futbol más importantes de la Argentina, Boca Juniors y River
Plate.
La rivalidad entre ambos clubes era difícil de
describir, ya ver una pelea callejera entre los simpatizantes de ambos clubes
era ya una típica rutina. El principal inconveniente era el territorio, ya que
el escaso barrio de tan solo 3,3 km² de superficie contaba con tan solo una
sola cancha. Estaba claro que ambos clubes no podían vivir juntos y la única
solución era simple, uno debía irse. Es por eso que programaron un partido en
el que los mejores jugadores de cada club, se enfrentarían. El ganador se
quedaría con la cancha y el perdedor debería abandonar el barrio para siempre.
Pero antes de meternos de lleno en dicho encuentro,
debemos meternos de lleno en el protagonista de la historia, Alberto J.
Armando. Dicha persona nació en el seno de una familia adinerada pero siempre
se crió bajo los brazos del Club “Azul y oro”. Desde chiquito siempre mostró un
nivel digno de admirar cuando tenía el balón bajo sus pies, pero sin embargo un
problema en el corazón a la edad de los 15 años le prohibió volver a jugar al
fútbol debido al temor de su familia de que sufriera un ataque al corazón
mientras corriera.
Tenía ya 30 años cuando se iba a realizar el
partido entre estos dos equipos, al que denominaron como “superclásico”. La
escuadra de River corría con mayor ventaja, dicho club siempre se caracterizó
por tener los mejores jugadores y la billetera con mayores fondos, es por ello
que compraron botines de alta calidad, agua mineral, camisetas muy bien bordadas,
entrenamientos muy costosos que sirvieran para perfeccionar aún más a los
jugadores, entre otras cosas. Mientras que para el club bostero, apenas
pudieron recaudar entre todos los hinchas, dinero suficiente como para comprar
zapatos de fútbol de menor calidad y remeras a las que pintaron con azul y
amarillo. El agua sería sacada de las canillas. La mayor cantidad de efectivo
fue donada por nuestro personaje, quién debió dar todos sus ahorros, ya que sus
padres no estaban dispuestos a financiar el equipo. Él mismo además fue el
único voluntario que se presentó para dirigir y entrenar al equipo.
El día del encuentro se vivió con mucho odio,
nerviosismo y desprecio hacia el contrario. River había contratado murgas y
bandas para que se encargaran de darle ánimo psicológico al equipo durante el
partido, el cual había sido programado para que durara 90 minutos, ni más ni
menos.
Cuando el árbitro pitó el comienzo del partido, los
jugadores de River salieron disparados al arco contrario, en apenas 10 minutos
ya habían vulnerado la defensa xeneize y se habían adelantado en el marcador.
Era notable la superioridad de uno equipo sobre el otro, parecía como si se
enfrentaran un club de aficionados contra un equipo de Primera División. Una
excelente combinación entre los delanteros de River decretó el final del primer
con un marcador de dos a cero.
En los vestuarios, Alberto no le recriminó nada al
equipo, en vez de eso felicitó a cada jugador y dijo que había armado un
discurso por si pasaba una situación como la que se vivía en el partido. Juro
que nunca en mi vida escuche palabras tan alentadoras como las que salieron de
su boca en ese momento, yo mismo te lo puedo decir, porque yo era uno de los 11
jugadores que salieron de la cancha para defender los colores del equipo. Se
notaba otra cara en el equipo, todos iban a dejar la vida en estos últimos 45
minutos.
Para fortuna nuestra una mano de un defensor de
River, decretó penal y gol que yo mismo me encargue de convertir. La cara del
equipo era otra, Alberto se encargó de llenar nuestros corazones con una pisca
de esperanza. Ni en las peores de las pesadillas de cada uno de los hinchas de
la institución millonaria, se pensaron que Boca empataría el partido, ya que
después de un bombazo de fuera del área por parte del capitán del equipo, el
partido se encontraría igualado en dos. Me sorprendió ver los insultos lanzados
desde la tribuna por partes de los hinchas de River ya que todos habían
invertido muchísimo dinero para este partido.
Pero todo se complicó cuando un delantero nuestro
fue a trabar el balón contra un adversario, ambos jugadores debieron ser
reemplazados del campo de juego y para infortunio nuestro, ya no nos quedaban
más suplentes. Fue ahí cuando pensé que todo estaba perdido, jugar con un
jugador menos faltando 10 minutos, sería una situación muy difícil si
pensábamos ganar el partido. Pero fue ahí cuando lo vi a él, a Alberto ponerse
la camiseta y entrar al campo de juego, nos dijo que solo quedaban 10 minutos
para hacer historia y que dejáramos “todo” en este partido. Jamás en mi vida vi
correr tanto a una persona en tan poco tiempo, su juego era increíble y varias
veces estuvimos cerca de anotar, pero el gol se nos seguía negando. Hasta que
llegaron los 90 minutos y el árbitro había decretado tiro libre a favor
nuestro. Era la última jugada del partido, posiblemente si íbamos a prorroga,
el físico de River nos superaría, por lo que era trascendental meter este gol.
Nadie quiso hacerse cargo del disparo, debido a que el nerviosismo y el
cansancio habían llegado hasta nuestras piernas. Pero lo teníamos a Alberto
quien con un fantástico remate, la colgó en un ángulo y sentenció el final del
partido. Ganamos, después de todo lo que se sufrió, logramos vencer. Era todo
fiesta en la cancha, todos habían invadido para festejar. Pero allí fue cuando
lo vi a él, tirado en el piso, pocos escucharon mi grito de “ayuda”, el cual lo
grite incluso más fuerte que cuando metimos el tercer gol. Pero ya cuando todos
se dieron cuenta de lo que estaba pasando, el frío invadió nuestros corazones.
El más profundo temor de la familia de Alberto, se hizo realidad, esta misma
había sufrido un paro cardíaco. Las personas pasaron de llorar a de la emoción
a tener caras de impacto, nadie podía creer lo que pasaba.
El cuerpo fue llevado a su familia, la cual entre
lamentos y lloriqueos, acepto enterrar el cadáver en el campo de juego. Unos
días después, nos contarían del problema que sufría en el corazón Alberto. Juro
que si hubiéramos sabido de esto, nunca lo hubiéramos dejado entrar en el
partido y no habríamos tenido que sufrir este lamentable final. Pero esta
persona si sabía de su problema y pese a esto, se metió como jugador al campo
de juego y corrió y corrió como si fuera el último partido de vida, el cual lo
terminaría siendo.
Diez años después, en el mismo lugar donde fue
enterrado Alberto, se construyó el mítico estadio de Boca Juniors, el cual
recibiría el nombre de Alberto J. Armando en honor a él, por ser el primer
hincha/jugador del club que dejó la vida por estos colores.
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